Hoy es 19 de abril de 2023. Hace ya bastante tiempo que me dedico a enseñar personas, adolescentes más precisamente. A pesar de varios años de psicoanálisis, todavía no tengo una conclusión definitiva de por qué elegí enseñar. Creo que me gustaba mucho estar en el liceo y combiné eso con mi amor por la naturaleza y llegué ahí. Hubiera estudiado veterinaria pero no era capaz de soportar siquiera la idea de que se muriera un animal en mis manos.
Comencé a trabajar de profesor. Día a día observé el comportamiento de mis estudiantes, me sumergí en el estudio del comportamiento, de las emociones, de la mente. Pensé en estudiar psicología, de hecho no lo descarto aún.
Adopté a Kala, mi compañera perruna. Podría llamarla mi perrhija, pero muy temprano comprendí que no son nuestros hijos. En algún momento, con otros perros también me dije su dueño. Hoy acepto que no estoy de acuerdo con considerar ser dueño de una forma de vida diferente a mí, aunque esta forma de vida no sea humana.
Kala es mi compañera. Cohabitamos un espacio, me encargo de su alimentación, de su cuidado y de su educación. Soy su tutor.
Los perros hoy son parte de la familia. En Argentina se están recibiendo firmas para apoyar un proyecto de Ley para que los trabajadores tengan licencia especial cuando deban llevar a perros al veterinario.
Cuando un hijo crece lo llevamos a la escuela, al liceo, si no aprende como el sistema espera, buscamos un profesor particular, si surgen problemas de comportamiento consultamos un psicólogo u otro profesional. No solamente los llevamos al médico cuando están enfermos, le hacemos chequeos, controles... Elegimos alimentarlos con los mejores productos posibles, nos preocupamos si no tienen amigos o si les cuesta relacionarse. Nos preocupamos aún más si nos dicen que en la escuela golpearon a alguien...
Si los perros son parte de nuestra familia, si son tan importantes para nosotros, parece obvio que debemos ofrecerles las mejores condiciones de vida posibles. En este sentido surge la figura del educador canino. Un poco en contraposición tal vez a la idea de adiestrador. Este último, una persona especializada en lograr que el perro obedezca, cumpla ordenes. Nosotros como educadores también podemos lograrlo, pero no estamos de acuerdo con esa idea. Preferimos educar al perro. Nos preocupamos por su bienestar, observamos qué emociones lo invaden ante cada situación, las trabajamos. Transformamos las emociones desagradables en agradables y luego, modificamos la conducta de ser necesario. No la apagamos, no reprimimos conductas naturales, las redirigimos. A un perro cuya genética lo lleva constantemente a masticar/morder no podemos reprimirlo. Esto lo estresará, aparecerá ansiedad. Si lo castigamos también aparecerá el miedo y conjuntamente con todo esto, podrán aparecer conductas agresivas u otras conductas no deseadas. El perro disfruta de masticar y debemos enseñarle qué es correcto masticar y qué no.
Para concluir, decir que es necesario trabajar en la educación de nuestro perro para mejorar su bienestar, para mejorar la manera en que se relacionan con nosotros, para mejorar la forma en que nos relacionamos con ellos y como se relacionan entre perros. Es necesario educarlos para convivir con perros más felices.