Uno de los temas que mayor incomodidad genera cuando hablamos de los paseos tiene que ver con el uso de la correa.
Todos estamos de acuerdo en que, el paseo ideal sería con el perro completamente libre, pudiendo disfrutar de todo cuanto lugar le atraiga. Nada más relajante que un paseo en libertad.
Sin embargo, en la realidad, durante el paseo se pueden presentar un sinfín de situaciones que pueden poner en peligro la integridad física de nuestro perro, de otros perros, de otras personas y hasta de nosotros mismos.
Para empezar podemos presuponer que nuestro perro es equilibrado emocionalmente. Que no existirá nada que le genere estrés durante un paseo. Podría ser, claro está. Sin embargo no podemos bajo ningún concepto saber con qué otros perros nos vamos a cruzar. En este sentido, el éxito del paseo dependería de la buena fortuna. No es novedad que existen muchos perros que no saben gestionar adecuadamente el encuentro con otros perros y que, no solamente abordarán de una manera inadecuada sino que también pueden manifestar conductas agresivas. ¿Entonces mi perro tiene que pasear atado porque otros tutores no se han encargado de la educación de sus perros?... A esta pregunta incómoda no la podemos responder livianamente. Lo primero que nos sale decir es que todos los perros deberían pasear con medidas de seguridad que permitan la tranquilidad de que no ocurrirán accidentes. Y cuando hablamos de accidentes no necesariamente hablamos de conductas agresivas... Ahora bien, por más que existan tutores que no tengan consideración sobre los riesgos que implica que sus perros se muevan sin elementos de seguridad, no significa que nosotros debamos exponernos a los mismos riesgos. Por lo tanto, pensaría que sin importar lo que hagan los otros tutores, si entiendo la seguridad que significa para mí y mi perro usar correa, voy a elegir usarla.
Ahora bien. Vayamos a un panorama un poco más realista. Si bien nuestro perro puede ser equilibrado emocionalmente, normalmente habrán situaciones que le hagan reaccionar de diferentes maneras (y no está mal, es lo esperable). Así, frente a una situación que le genere temor (podemos volver al episodio del párrafo anterior donde lo aborda un perro con conductas agresivas), todos los perros podrán reaccionar de tres maneras: congelarse (paralizarse), responder a la agresión con otra agresión, o huir. Esto nos pone frente a la posible situación de que o bien se produzca una pelea (evitable si ambos tutores pasean con elementos de seguridad), o de que uno de los dos perros huya, en el mejor de los casos a alejarse unos cuantos metros del otro perro. O en el peor de los casos, tan lejos como para perderse, o hacia una calle transitada.
Los miedos no solamente pueden generarse por evidentes conductas agresivas de otro individuo. En ocasiones, el solo acercamiento de éste podría generar reacciones indeseadas en nuestro can. También ruidos fuertes u otros eventos en el entorno. Piensa por un momento la posibilidad de que alguien, a pesar de estar en pleno siglo XXI y conocer las consecuencias en animales no humanos y en humanos de los ruidos fuertes, tirara una bomba de estruendo. Muchos perros correrían despavoridos sin detenerse a mirar si el tutor corre a su lado o si un auto está atravesando la calle.
Existen diversas estrategias que como tutores podemos implementar para mejorar los paseos de nuestros perros. Aprender sobre lenguaje corporal en perros es otra. Pero la dejaremos para un siguiente artículo.
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